24 de septiembre, 2018 | Rossana Solorzano | Radio Tele
Designada “capital verde de Europa” en 2019, Oslo pretende purificar su aire, hacer que la ciudad sea más habitable con más actividades culturales y limitar sus emisiones de CO2, que persigue reducir un 95% antes de 2030.
Así, marca un camino que otras ciudades como París, Madrid, Bruselas o Helsinki están siguiendo, alejándose de la lógica del “todo para los coches”.
“Lo más trágico de esta guerra contra los vehículos es que los responsables políticos atacan la libertad de las personas y sus carteras”, protesta Jarle Aabø.
Este especialista en relaciones públicas dirige el boletín informativo “Sí al coche en Oslo”, que reúne a casi 23 mil personas en Facebook y en el que el tono de los comentarios, en ocasiones, se disparan.
“Estará muy bien”, comenta Christopher Olssøn, un fotógrafo que se desplaza en bici. “El nivel de conflictos es alto entre automovilistas y ciclistas”.
Ese es el punto espinoso del plan. Con los billetes a seis euros, el transporte público sigue siendo caro y los usuarios se quejan de los retrasos, sobre todo cuando hay que esperar en el frío glacial.
Aunque un poco más de la mitad de los habitantes se declaran favorables a un centro “con el menor número de coches posible”, algunos comerciantes tuercen el gesto.
A dos pasos del ayuntamiento, que tiene los alrededores cerrados al tráfico desde el 1 de junio, una tienda de camas está desesperadamente vacía.
“Nuestros clientes se quejan de no poder venir. Vendemos mercancías que no se pueden llevar bajo el brazo y muchas necesitan un coche”, explica el propietario, Terje Cosma.
Dos tiendas vecinas ya cerraron. Los clientes hacen la compra ahora en los centros comerciales de las afueras.